Los niños y las niñas de 4 años hablan sobre el amor y el matrimonio

By A.J. Jennings

Translator: Nicholas Yurchenco

Illustrator: Simone Shin

Simone Shin

Soy maestra de un preescolar en el norte de Chicago que se enfoca en el aprendizaje a través del juego. Puedo decir que no ha pasado una sola semana en mi carrera de más de una década en la que no haya surgido el tema del matrimonio.

Podría ser parte de un juego: “Tú eres el príncipe y yo la princesa y nos vamos a casar”.

Un cuento infantil: “Luego bailaron y se casaron”.

Para molestar a otro niño: “¡Te vas a casar con él!”.

Un capricho: “Me voy a casar con ella”.

Un tema de investigación: “¿Estás casada, Ali? ¿Eres una mamá?”.

Hasta un deseo para el futuro: “Cuando sea grande voy a ser papá y me voy a casar”.

Un día Rory se acercó a mí durante la hora de jugar; estaba molesto. “Esas chicas me están diciendo que las niñas no se pueden casar con las niñas, ¡pero sí pueden!”.

“Entonces vamos a hablar con ellas sobre ese tema”, respondí. Cuando alcanzamos a las dos niñas les dije que Rory estaba preocupado por la conversación que tuvo con ellas, y les pregunté de qué hablaron. Tal como me había informado Rory, las dos niñas habían hablado sobre el matrimonio y de cómo las niñas no se podían casar con las niñas. Rory había insistido que sí podían; estaba seguro de ello porque su mamá se lo había dicho. Las otras dos dudaban de que fuera cierto, y todos esperaban que yo aclarara el asunto.

Me alegró ser parte de esa conversación pero a la vez se me hizo difícil responder honestamente. El matrimonio gay ahora es legal en Illinois; pero en ese entonces solo las uniones civiles eran legales para las parejas lesbianas y gays. Es claro que para la mayoría de los niños de 4 años esta discrepancia puede ser difícil de entender. Por lo general siento que cuando hablan del matrimonio la mayoría de los niños se refieren a los adultos que se aman, entonces seguí por ese camino.

“Bueno, dos niñas pueden estar enamoradas”, les respondí.

“¡Sí!”, coincidió Rory, reivindicado por la afirmación de su maestra ante este punto.

Seguí: “Y las niñas puedan amar a los niños. Y los niños pueden amar a los niños”. Los tres niños se quedaron pensando en esto.

“Así como mi mamá y mi papá se aman”, contestó una de ellas.

“Correcto”, les dije. Ellos continuaron su conversación sobre el matrimonio sin involucrarme. Escuché por unos minutos mientras hablaban sobre la idea de que el amor tal vez no exista solo entre una mamá y un papá. Rory mencionó que tenía un amigo con dos mamás que estaban casadas. Las dos niñas estaban dispuestas a aceptarlo e integrar la nueva información a su conocimiento sobre los límites del amor y el matrimonio.

Desafiando el pensamiento heterocéntrico

Como educadora (y como persona) valoro el diálogo como un medio para desarrollar el conocimiento y transformar las perspectivas. Es una herramienta curricular increíble para abordar temas de identidad (por ejemplo, la raza, la clase social, el tamaño, el género, la sexualidad, la discapacidad, la religión). Las conversaciones suelen ser más significativas cuando nuestros estudiantes las inician. Así que trabajo para crear un ambiente en el salón donde los distintos puntos de vista se puedan abordar y explorar. Mi meta es que los niños tengan confianza cuando expresan su punto de vista y se sientan lo suficientemente seguros para tomar en cuenta diferentes perspectivas. Los maestros, al escuchar cuidadosamente, podemos identificar los problemas que tienen los niños en nuestros salones. A través del diálogo podemos demostrar cómo se actúa sin prejuicios y se desafía el pensamiento heterocéntrico.

Esto es especialmente importante en la educación temprana. Mientras que los niños pequeños desarrollan su conocimiento del mundo, tienden a depender fuertemente de los binarios.1 Si entendemos los binarios que usan los niños y las niñas podemos impulsarlos a que piensen en otros ejemplos o introducir ejemplos al conversar con ellos. Estos desafíos los motivan a ampliar su pensamiento.

Por ejemplo, yo tengo el cabello muy corto y a veces me lo tiño; esto tiende a ser un tema de conversación en mi salón. Un niño me mira y pregunta:

“¿Por qué tienes cabello de niño?”.

“¿Quieres decir por qué tengo el cabello corto?”.

A menudo esto produce una mirada incrédula.

“Sí. Parece cabello de niño”.

“Bueno, así es como me gusta que se me vea el cabello. ¿Y es que acaso todos los niños tienen cabello corto?”.

Con frecuencia, durante este punto de la conversación, el niño o uno de sus compañeros piensa en algún chico que conocen que tiene el cabello largo o en alguna chica que tiene el cabello corto. Hasta una conversación sencilla como esta ayuda a los niños y las niñas a que amplíen su pensamiento.

Si una madre o un padre observa que su hija me hace este tipo de pregunta, a menudo siento que teme que su niña sea considerada “grosera”. Sin embargo, si detengo la conversación y digo “No es respetuoso decir ese tipo de cosas sobre mi cabello”, perdería la interacción y la niña seguiría creyendo que solo los niños tienen el cabello corto.

Es fácil sentirse vulnerable o abrumado cuando los niños hacen preguntas sobre la identidad; pero, cuando no tocamos estos temas, estamos transmitiendo el mensaje de que son asuntos tabú. En cuanto a los temas de género y sexualidad, evitarlos o guardar silencio puede ser dañino para estudiantes que son LGBT, se identificarán como tal en el futuro, o vienen de familias con miembros LGBT. El silencio no es una reacción neutral.

Este no es el tipo de actividad curricular que se saca de la manga. Sé que muchos maestros prefieren planear y abordar el género y la sexualidad con lecciones específicas. Me gustaría desafiar este impulso. Aunque hay un tiempo y un lugar para las actividades curriculares planeadas, creo que organizar nuestros salones para que el diálogo se valore como parte del currículo le proporciona a los niños varias oportunidades para desarrollar su pensamiento crítico, su empatía, y su perspectiva sobre el mundo. Podemos mostrar cómo escuchar de manera activa, enseñarles a los niños a interactuar respetuosamente, y establecer normas sobre lo que se permite o no en una conversación.

Por ejemplo, cuando los niños tienen un debate acalorado tienden a hablar uno encima del otro; a menudo los interrumpo para ayudarles a practicar un diálogo por turnos. Cuando hago esto, mi meta no es que los niños lleguen a un acuerdo sino ayudarlos a entender que existe otro punto de vista y que no toda la gente piensa lo mismo. Además, me enfoco en ayudar a los niños a entender que pensar diferente no es motivo para ser desagradable o dominar la conversación sino una oportunidad para ampliar su conocimiento. No podemos planear cómo se desarrollarán las conversaciones o saber qué agregarán las experiencias y perspectivas de los estudiantes. Esto significa que hasta nuestro propio punto de vista podría sufrir un desafío, incluso cambiar. A veces me doy cuenta de que una conversación termina de una manera que me incomoda; pero sé que puedo repasarla en clase en un par de días.

Tres con Tango

Claro, hay muchos recursos para ayudar a iniciar conversaciones y enmarcar el pensamiento de nuestros estudiantes. Como en mi clase había estado hablando sobre el amor y el matrimonio entre las personas del mismo sexo, leímos And Tango Makes Three (Tres con Tango, título de la edición en español) de Peter Parnell y Justin Richardson. Este encantador libro ilustrado está basado en la historia real de dos pingüinos machos del Zoológico de Central Park. Un cuidador les da un huevo para criar después de darse cuenta que son una pareja y están “enamorados”.

Mientras leía el cuento, algunos niños comentaron que conocían a dos niños que se amaban o a dos niñas que se amaban. Una vez más la conversación tocó el tema del matrimonio. Algunos niños insistían que los niños se podían casar con los niños y las niñas se podían casar con las niñas, otros estaban seguros de que eso no podía suceder, y otros escuchaban sin compartir sus ideas. El debate nacional sobre el matrimonio gay se estaba desarrollando entre los niños de 4 y 5 años de mi clase. El libro resultó en una conversación sobre un tema que los niños intentaban arduamente de entender.

En ese momento empecé a sentir un poco de inquietud sobre la reacción que podrían tener los padres de familia. Después, al reflexionar sobre mi inquietud, me di cuenta que nunca he conocido a un padre de familia que me haya pedido que no hablara sobre el matrimonio heterosexual con su hijo. ¿Por qué? El matrimonio heterosexual se acepta en la cultura dominante y por eso no se considera un tema tabú. No se percibe como una amenaza. Las familias confían en que la maestra pueda hablar del matrimonio heterosexual sin que la conversación se enfoque en la sexualidad.

El matrimonio heterosexual se entiende a través del marco del amor. En contraste, el matrimonio entre las personas del mismo sexo no parece tan inocente porque sus críticos lo describen a través del marco de la sexualidad. El sexo gay, para ser preciso, se considera un tema inapropiado para los niños pequeños. Por sus creencias religiosas sobre la inmoralidad del “comportamiento homosexual”, existen personas que prefieren que la discusión sobre las relaciones gays se omita por completo de las experiencias escolares de sus hijos.

¿Demasiado “delicado” para discutir en clase?

Algunos padres de familia dicen que quieren “reservar las conversaciones delicadas para la casa”. Aunque entiendo el deseo de un padre o una madre de transmitir sus ideas y valores a sus hijos, es ingenua la expectativa de que esas conversaciones solo ocurran en la casa. Los estudiantes poseen una gran gama de experiencias y las traen a un salón lleno de compañeros. Por ejemplo, no hay muchos niños de 3 años que hayan vivido la muerte de una madre o un padre; pero, cuando esto ocurre, la tragedia se vuelve parte de la dinámica de la clase. Así que, aunque los maestros nunca inicien conversaciones sobre el género, el sexo, la raza, la muerte, la discapacidad, la religión, o cualquiera de los otros “temas delicados”, siguen estando presentes porque son parte de las vidas de nuestros estudiantes; sería negligente silenciar estos temas en el ambiente escolar. Ayudar a desarrollar el lenguaje para que nuestros estudiantes hablen sobre estos temas complicados es un beneficio increíblemente importante.

Estoy intensamente consciente de que quizás mis valores sean diferentes a los de las familias con las que trabajo. Los maestros nos encontramos en una zona gris: tenemos nuestras propias ideas, prejuicios, y valores, a menudo tan diversos como los de los niños y las familias que servimos. A pesar de nuestras propias inclinaciones ideológicas, una gran parte de nuestro trabajo es ayudar a que nuestros niños exploren las preguntas de manera profunda para que puedan pensar independientemente.

A lo largo del año mis estudiantes siguieron jugando con los temas del amor y el matrimonio. Las conversaciones se profundizaron y tanto los niños como yo pudimos introducir nuevas y diferentes problemáticas: uno puede estar enamorado y no casarse, no todas las personas casadas son mamás o papás, y no todas las mamás y papás están casados. Las conversaciones cambiaban según la información que los niños habían internalizado.

Por ejemplo, una mesa estaba llena de niños escribiendo en sus diarios. Jack empezó a molestar a Joe:

Jack: “¡Te vas a casar con tu hermana!”.

Joe: “Pero no tengo una hermana. Tengo un hermano”.

Jill: “Los niños se pueden casar con los niños. Las niñas se pueden casar con las niñas”.

Jack: “Entonces te vas a casar con tu hermano”.

Joe se pone a colorear en el diario de Jack.

Maestra: “Joe, ¿te gustó lo que te estaba diciendo Jack?”.

Joe negó con la cabeza.

Maestra: “Le puedes decir que no te gustó”.

Joe: “Eso no me gusta. No me gusta cuando me dices eso”.

Jack: “Quería preguntarle con quién se iba a casar”.

Joe: “No. Todavía no sé con quién me voy a casar”.

Jack: “Bueno, entonces cuando seas adolescente puedes decidir con quién te quieres casar”.

Maestra: “¿Y es que todo el mundo se tiene que casar?”.

Jane: “Cuando seas grande sí”.

Maestra: “Yo soy grande y no estoy casada. No toda la gente decide casarse”.

Jane: “No te puedes casar con alguien en tu familia”.

Joe: “Sí puedes cuando seas más grande. Como yo, cuando sea grande podría casarme con mi hermano”.

Jane: “No. No puedes. Porque entonces vas a perder tu mano o tu brazo o algo”.

A lo largo de esta complicada conversación se declararon muchos puntos de vista, se hicieron más preguntas, y los niños pudieron expresar lo que pensaban. Tomé nota mentalmente de los temas que abordaríamos en clase, incluso encontrar una manera para hablar sobre los rasgos hereditarios y las ideas que tenía Jane sobre los peligros del incesto. ¡Siempre hay un nuevo desafío!

Al principio del año los niños quizás se hubieran atorado al responder la pregunta de que si dos niños se podían casar; pero, como anteriormente habíamos abordado el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo con todo el grupo y en varias charlas, lograron avanzar más en la conversación. Lo que empezó como un niño intentando molestar a otro, se convirtió en una conversación en la que varios se involucraron con interés. Aunque lo hubiera intentado, no habría podido planear esta conversación; pero estoy contenta de que hubo tiempo y espacio en el salón para tenerla. Nos quedaron grandes preguntas e ideas en las cuales espero que mis estudiantes sigan pensando.  

1 El término “binario” se refiere a dos categorías excluyentes. Por ejemplo, una perspectiva binaria del género considera que los géneros masculino y femenino son categorías separadas y mutuamente excluyentes. Por lo contrario, en una visión más fluida del género las personas se pueden ubicar a lo largo de una gama de géneros.

Recurso

  • Parnell, Peter y Justin Richardson. Ilustraciones de Henry Cole. 2005. Tres con Tango. Simon and Schuster.

A. J. Jennings es una maestra en “Park West Cooperative Nursery School” en Chicago. Le apasiona trabajar con jóvenes y educadores LGBT y abogar por ellos.