Codo no es una palabra sexy

Planteamientos sobre la educación sexual

By Jody Sokolower

Translator: Nicholas Yurchenco

Illustrator: Alaura Seidl

Alaura Seidl

“Hoy vamos a empezar con un concurso”, les dije a mis estudiantes de noveno grado al principio de nuestra unidad sobre la educación sexual. Los organicé en equipos de cuatro o cinco personas y le pedí a cada equipo que dividiera un pedazo de papel en cuatro rectángulos grandes.

“Les voy a decir cuatro palabras”, les expliqué, “una a la vez. Van a tener dos minutos para pensar en todos los sinónimos posibles, todas las palabras que signifiquen la misma cosa. Pueden ser en inglés o en cualquier otro idioma; pueden ser palabras buenas o no tan buenas. Todo vale. El equipo que encuentre más sinónimos gana. ¿Entienden?”.

Una vez que a todos les quedó claro y cada equipo tenía una persona con pluma en mano, empezamos.

“La primera palabra es pene“.

Después de unos segundos de silencio estupefacto seguido por risitas, los equipos empezaron a trabajar. Caminé por el salón, animándoles a que superaran su timidez o pena. “¿Cómo se dice pene en Urdu?”, le pregunté a un equipo. “¿Cómo le decía tu familia al pene cuando eras pequeño?”, le pregunté a otro.

Como a los dos minutos, les dije a todos que pararan. “¿Cuántos sinónimos encontraron?”, les pregunté. “¿Hay alguien que quiera leer su lista?”.

Después pasamos al siguiente rectángulo. “¿Están listos para otra palabra? La siguiente palabra es seno”.

Repetimos el proceso y luego pasamos a la tercera palabra: vagina.

Después de que los equipos pasaron dos minutos escribiendo sobre vagina, les dije: “¿Están listos? Aquí está la última palabra: codo”.

Tardó algo de tiempo para que los estudiantes se dieran cuenta de los pocos sinónimos que existían para codo. Algunos equipos escribieron “codo” en uno o dos idiomas, pero eso fue todo. Un equipo se rió cuando se percataron de que ya no podían escribir nada más.

Después de ver cuántas palabras tenían los equipos en cada rectángulo y de pedirles a algunos voluntarios que leyeran sus listas, pasamos a unas preguntas más amplias. “Miren sus listas”, les dije. “¿Qué observan?”.

“Hay muchas palabras para seno, pene, y vagina, pero casi ninguna para codo”.

“¿Por qué piensan que es así?” pregunté.

“¿Porque a la gente le gusta hablar del sexo?”.

“¿Porque nuestra sociedad está algo obsesionada con esas cosas?”.

“¡Porque los codos son aburridos!”.

“Muchas de las palabras para seno y vagina son feas”, dijo Sonja. “Son como insultos hacia las mujeres. Las palabras para pene no son iguales”.

“‘Salchicha’ no es una palabra tan linda”, objetó Jeremiah.

“No, pero no se siente tan mala como ‘coño’”, agregó Michael. “Tal vez tiene que ver con la manera en que la gente usa esas palabras”.

“¿Por qué piensan que es así?”, les pregunté. Algunos estudiantes hicieron conexiones con las ideas que habíamos analizado durante nuestra unidad sobre el sexismo algunos meses antes.

Después les pregunté: “Entonces, ¿por qué creen que empecé nuestra unidad de educación sexual con este juego?”.

Dedicamos unos minutos a identificar las metas de la actividad: ayudarles a sentirse cómodos al hablar del sexo en la clase, aclarar que íbamos a estar usando términos claros pero neutrales para describir las partes del cuerpo y los actos sexuales, e integrar algo de humor para aligerar el ambiente.

Esas metas son parecidas a las de este artículo. Este escrito no es un análisis extensivo de nuestra unidad de estudio. Solo es una manera de sugerir algunas ideas sobre cómo pueden abordar la educación sexual de una forma inclusiva, positiva en cuanto al sexo, y que inspire la participación y el crecimiento de los estudiantes.

Partiendo de la comunidad

Estaba enseñando educación sexual en la Secundaria Berkeley en Berkeley, California, como parte de un curso anual sobre los estudios de identidad y etnia. En el otoño nos habíamos enfocado en crear una comunidad de aprendizaje y en estudiar unidades sobre el racismo, la inmigración, y el sexismo. Por lo tanto, los estudiantes ya tenían experiencia hablando de temas personales y controversiales. Es esencial crear una comunidad en la que los miembros se apoyen para que la educación sexual tenga el poder de transformar a los estudiantes. También fue importante haber explorado la historia y realidad contemporánea del sexismo (incluyendo la homofobia y la transfobia) antes de empezar a hablar del sexo.

Quise asegurarme además de que los estudiantes pensaran en sus propios valores. Normalmente enseño las etapas del desarrollo de Erik Erikson antes de empezar el currículo de educación sexual. A pesar de que Erikson era homofóbico y que esto se refleja en sus escritos, me he dado cuenta que la descripción de los desafíos de cada etapa del desarrollo es útil para los adolescentes. Hablamos de cada etapa en la clase y luego les pedí a los estudiantes que hicieran dibujos u obras escritas o actuadas para demostrar su entendimiento de cada etapa.

Según Erikson, el desafío del desarrollo para los adolecentes es la tensión entre la identidad y la confusión. Eso me dio una oportunidad para hablar sobre la adolescencia como una etapa en sus vidas en la que podían pensar sobre sus propios valores a diferencia de los de sus familias y comunidades. En mi opinión, estar consciente de los valores personales y actuar con base en ellos es central para la educación sexual y a menudo toqué este punto durante la unidad de estudio.

Distribuí un formulario en el que los padres podían optar por que sus hijos no participaran en la clase de educación sexual; según la política del distrito, los padres tienen derecho a pedir que sus estudiantes no aprendan este currículo. Pero nunca un padre me ha devuelto el formulario. Una vez un estudiante me dijo que no se sentía cómodo aprendiendo sobre el sexo en un salón mixto; él y yo llegamos a un acuerdo en el que él se iba a la biblioteca y estudiaba un programa alternativo.

Después del juego de los sinónimos, planteé la base de la unidad al enseñar la anatomía y fisiología del sexo, empezando con el cuerpo de la mujer y pasando al del hombre. Antes de empezar, repasé rápidamente la diferencia entre la anatomía y el género. Aclaré que íbamos a examinar la anatomía sexual, la cual no es necesariamente igual a la manera en que los individuos definen su género.

Distribuí gráficas en blanco de los órganos sexuales y reproductivos femeninos, distribuí lápices de colores, proyecté la imagen en el pizarrón, y bajé las luces. Después empecé con los ovarios y avancé hacia el clítoris, etiquetando, coloreando, y describiendo la función de cada órgano, escuchando y contestando preguntas. Durante el proceso, agregué detalles que nos ayudarían después en nuestras charlas sobre el control de la natalidad y el sexo seguro. Expliqué el ciclo menstrual y sus implicaciones para la fertilidad. Hablé de las visitas regulares al ginecólogo y la salud preventiva. Bajar las luces y colorear una gráfica hace que los estudiantes se sientan más relajados; hacen preguntas que no surgirían en otras situaciones.

Cuando llegó la hora de hablar sobre los órganos sexuales externos, les dije: “Saben, los muchachos conocen cómo son sus órganos sexuales solo con mirar hacia abajo. Para las mujeres es un poco más difícil, pero es algo que deben saber. Un día que tengan un poco de privacidad en casa, agarren un espejo, cierren la puerta del baño o del cuarto, y échense una mirada”. Esto causó risitas y gemidos. “Solo piénsenlo”, añadí. “Queremos que las personas con las cuales somos íntimas nos conozcan, amen, y respeten nuestros cuerpos.” Después seguí. Solo sembré la semilla.

Al día siguiente, hicimos lo mismo con la anatomía masculina. Una vez más, planteé la base de un entendimiento sobre el control de la natalidad y el sexo seguro. Por ejemplo, cuando vimos los conductos deferentes, hablamos de la diferencia entre el esperma y la eyaculación. Expliqué qué es una vasectomía y hablamos sobre por qué es una decisión que un hombre podría tomar más tarde en su vida reproductiva. “¿Cuáles son las preguntas que se harían antes de decidir tener una vasectomía?”, les pregunté. “¿Por qué sería una buena idea? ¿Por qué sería una mala idea?”.

Al final de la lección sobre la anatomía masculina, mostré el segmento “Que pasa durante la eyaculación” de la película de Woody Allen de 1972, Todo lo que usted quería saber sobre el sexo, pero temía preguntar. Es una fantasía de lo que pasa en el “comando central” durante un encuentro sexual. Es chistosa, pero bastante precisa, lo cual hace reír a los estudiantes mientras que también refuerza su entendimiento.

Los diarios

Les pedí a los estudiantes que escribieran cada día en sus diarios para asegurarme de que estuvieran reflexionando sobre lo que hablábamos en clase. Quería mantenerme en contacto con lo que pensaban y sentían. En esta etapa del año, mis estudiantes ya tenían mucha experiencia escribiendo en diarios. Cuando introduje los diarios por primera vez en el otoño, les expliqué que siempre podían doblar una página si no querían que leyera alguna entrada específica que fuese demasiado personal. También expliqué que si su diario revelaba que ellos se estaban lastimando o pensando herir a otros, o si alguien les estaba haciendo daño, yo tendría que hacer algo al respecto, pero siempre hablaría con ellos primero.

A continuación hay algunos ejemplos de las preguntas que les hice durante la unidad de educación sexual.

  • ¿Cuándo aprendiste del sexo por primera vez? ¿Quién te enseñó? ¿Qué te dijeron? ¿Cuáles fueron tus primeras reacciones?
  • ¿Cuáles experiencias has tenido con la educación sexual en la escuela, en casa, o en otro lugar? ¿Qué aprendiste? ¿Cuáles eran tus pensamientos y sentimientos hacia ello?
  • ¿Cuáles son las reglas en tu familia en cuanto a salir con alguien? ¿Con cuáles reglas estás de acuerdo? ¿Con cuáles no estás de acuerdo?
  • ¿Cómo crees que los adolescentes deben decidir si quieren ser íntimos sexualmente con alguien que quieren o aman? ¿Cuáles preguntas deben hacerse? ¿De qué deben hablar con su pareja?

Normalmente los estudiantes escriben en sus diarios al principio de la clase como una forma de abrir la lección del día. Les leo y explico la pregunta, luego les doy 10 a 15 minutos para escribir. Si la mayoría de los estudiantes siguen escribiendo después de ese tiempo, les doy más. Si los estudiantes ya han dejado de escribir y están haciendo otras cosas después de cinco minutos, repito mi mantra estándar sobre la escritura en los diarios: “Cuando piensas que has terminado de escribir, cuando dejas la pluma y te pones a mirar a los demás, juega con tus dedos por un rato, luego agarra la pluma de nuevo y ponte a escribir; esa es la verdadera escritura. La esencia de escribir en un diario es cuando exploras lo que está debajo de la superficie, lo que escribes después de pensar que ya has terminado”.

Después de que les doy a todos una advertencia de dos minutos y les pido que terminen, les pregunto si alguien quiere compartir o hablar sobre lo que han escrito. Casi nunca he tenido una clase en la que por lo menos algunos estudiantes no están entusiasmados de romper el hielo y compartir lo que han escrito.

Hablando del sexo

Berkeley tiene un programa de educación sexual que empieza en la primaria. En lo que llegan los estudiantes al noveno grado, normalmente ya hay voluntarios listos para demostrar cómo se pone un condón en un modelo de un pene. En la preparatoria hay un proyecto educativo manejado por estudiantes que opera desde el centro de salud. Los educadores estudiantiles tienen un currículo en el cual muestran y hablan de varias formas de control de natalidad y protección para el sexo seguro. Eso hizo que mi trabajo fuese mucho más fácil.

En preparación para la visita de los educadores estudiantiles, empecé una discusion sobre el control de la natalidad y el sexo seguro. “El control de la natalidad solo se trata del embarazo”, les expliqué. “Su única meta es prevenir que el esperma fertilice al óvulo hasta cuando una persona considera que es el momento de su vida adecuado para tener un bebé. El sexo seguro, por otro lado, previene la proliferación de enfermedades sexuales, además de evitar el embarazo. Por ejemplo, empecemos con las pastillas anticonceptivas. ¿Qué hacen?”.

“Las muchachas las toman. Pero si se te olvida, te embarazas. Es lo que le pasó a mi prima”, dijo Lila.

“Correcto. Las pastillas anticonceptivas cambian el ambiente en el útero de tal manera que aunque un óvulo se fertilice, no permanece en el útero y así no empieza a crecer. Entonces, las pastillas anticonceptivas, como implica su nombre, funcionan como control de la natalidad. ¿Funcionan para el sexo seguro? ¿Te protegen de las enfermedades de transmisión sexual (ETS) como la gonorrea o el VIH?”.

“No”, contestó un coro de estudiantes. Explicaron que se necesita una barrera física, un condón, o una barrera dental de latex para prevenir las ETS.

“¿Y si dos hombres están teniendo sexo?”, les pregunté. “¿Y dos mujeres?”.

Al día siguiente, los educadores estudiantiles presentaron una serie de juegos que reforzaron las diferencias entre el sexo seguro y el control de la natalidad. Un voluntario demostró cómo usar un condón y explicó cómo los estudiantes podían buscar condones en el centro de salud (el cual tiene su propio proceso de educación sexual). Dividieron a los estudiantes en equipos pequeños para que pudieran ver los diferentes tipos de control de natalidad y hacer preguntas. Después de la presentación de los educadores estudiantiles, repasé lo que habíamos aprendido y pedí que me hicieran preguntas de nuevo.

La mecánica del sexo seguro y la contracepción es inútil si no existe la comunicación. Hablar del sexo seguro es difícil para todos y sobre todo para la juventud. Quise resaltar que la comunicación es el corazón de las relaciones y que hablar sobre el sexo seguro es parte de ello. Así que les pedí a los estudiantes que hicieran otra actividad. Les pedí que pensaran en todas las cosas que quisieran hacer con alguien que les parece atractivo. Les ofrecí algunas ideas para impulsar la conversación: elogiar su ropa, mandarle textos, tener sexo oral, hornearle un pastel, agarrarle la mano. Dentro de poco los estudiantes estaban compartiendo ideas por todo el salón. Las escribí todas en el pizarrón sin un orden específico. Por lo general, estoy al pendiente de que la lista incluya a los estudiantes LGBTQ. Si a ellos les da pena decir “sexo anal” o “coito”, entonces yo lo digo. Por otro lado, si no hay muchas opciones ligeras como “ir al cine” o “besarse”, yo las sugiero.

Una vez que el pizarrón está cubierto de ideas, las cuento y escribo el numero (31) en el pizarrón. Les recuerdo a los estudiantes que a lo largo del año hemos usado el concepto de continuos.

“Entonces, ¿qué es un continuo?”, les pregunté.

“Se trata de poner las cosas en una línea desde el mínimo hasta el máximo”, dijo alguien.

“Exactamente. Agarren una hoja de papel y voltéenla. Dibujen una línea larga de un lado al otro. Escriban ‘lo menos íntimo’ al lado izquierdo y al derecho ‘lo más íntimo’. Ahora miren todas las ideas del pizarrón. Piensen en cuánto tendrían que conocer a alguien, qué tan cercanos tendrían que sentirse, para querer hacer cada cosa. Después escriban las ideas en la línea según el orden de intimidad que les parezca. En mi caso, por ejemplo, si a mí me gustara alguien y quisiera saber si sienten lo mismo por mí, tal vez comenzaría por decirles que me gusta su ropa. Entonces voy a poner esto al principio. Escriben las ideas a lo largo de la línea para que tengan suficiente espacio.”

“En lo que tengan todas las ideas organizadas, empiecen a ponerles números de izquierda a derecha, del uno al 31. Si hay algunas cosas que nunca quisieran hacer, no las escriban. Y acuérdense, esta lista es para ustedes. No vamos a compartir las listas y no me las van a entregar. Escriban lo que sientan”.

Cuando los estudiantes terminaron de poner las ideas en sus líneas y numerarlas, tuvimos una discusión de grupo. “¿Alguien me podría decir qué escribió en el número 13?”, les pregunté.

“Besarse en el cuello”, respondió Jesús.

“¿Hay otra persona que tiene ‘besarse en el cuello’ en el número 13?”. Algunos alzaron la mano.

“¿Alguien más quiere compartir lo que tiene para el número 13?”.

“Conocer a mis padres”.

“Sexo oral”.

“Ir al cine”.

“¿Alguien me podría decir una cosa que tiene en los últimos tres números?”, pregunté.

Tuve cuidado de no empujar a nadie a compartir más de lo que querían, pero en poco tiempo recolectamos suficiente información para que los estudiantes se dieran cuenta de lo diferentes que eran sus listas. Les dije: “Guau, por lo que han compartido, está claro que sus continuos son muy diferentes. Por ejemplo, el sexo oral. Para algunos de ustedes es algo que requiere mucha intimidad. Probablemente no quisieran tener sexo oral hasta que hayan estado involucrados en una relación por mucho tiempo y desarrollado mucha confianza. Para otros, no es gran cosa”.

“Entonces, ¿qué quiere decir eso? Si alguien te atrae, ¿cómo vas a saber qué le gusta a esa persona y qué la va a espantar?”.

“Supongo que tienes que hablar con él”.

“Es extraño. No tenía idea que iba ser tan diferente”.

“A una chica se le nota lo que quiere, ¿no es así?”.

Utilicé esta actividad como el punto de entrada para muchas discusiones y dramatizaciones: ¿Qué tipo de problemas podría tener uno si presume saber lo que quiere hacer otra persona sexualmente? ¿Qué quiere decir “consentimiento”? ¿Cómo es? ¿Cómo suena? ¿Cómo podrías hablar del próximo paso? ¿Cómo podrías hablar del sexo seguro?

¿Y si tu pareja está embarazada?

Empecé nuestra unidad sobre el embarazo con una entrada de diario:

  • Imagínate que descubres que tú o tu pareja está embarazada. ¿Cuál es tu primera reacción? ¿Cómo te sientes? ¿Con quién hablarías? ¿A quién no se lo dirías? ¿Qué harías?

Exploramos las opciones (el aborto, la adopción, y criar al niño) trabajando en equipos pequeños para identificar las ventajas y desventajas de cada camino. En sus diarios y en la discusión de clase, algunos estudiantes hablaron de la contradicción entre lo que habían escuchado en la iglesia o en casa, que el aborto es un asesinato, y lo que ellos pensaban que era lo correcto. Traté de crear un espacio para que ellos pudieran pensar en las diferencias entre lo que su iglesia o comunidad decían y lo que ellos sentirían o necesitarían si se encontraran en esa situación. Incluí citas de una gama de jóvenes que habían decidido abortar, que estaban criando a sus hijos, y que habían puesto a sus bebés en adopción.

El contexto histórico y político a menudo se ignora en las clases de educación sexual, y esto es algo que trato de incluir de una manera u otra. En algunas clases hemos dedicado una o dos semanas a estudiar la historia de los derechos reproductivos, viendo videos como When Abortion Was Illegal (Cuando el aborto era ilegal) y If These Walls Could Talk (Si estos muros pudieran hablar). La obra influencial de Angela Davis, Women, Race, and Class (Mujeres, raza y clase), tiene una sección excelente sobre las contradicciones racistas de los primeros años del movimiento por la salud reproductiva.

Siempre enseño información básica sobre el VIH/SIDA, pero algunos años amplío este tema para estudiar la historia de la epidemia (viendo And the Band Played On o Philadelphia), explorar la ciencia, investigar el impacto del VIH/SIDA en África y otras partes del mundo, invitar a que venga alguien a la clase que es VIH positivo, etc.

¿Qué es posible en mi escuela?

No todas las escuelas tienen un centro de salud con un programa que educa a los estudiantes sobre los condones y los hace disponibles. No todas las escuelas tienen educadores estudiantiles. En algunas escuelas, tener una discusión abierta sobre las ventajas y desventajas del aborto podría arriesgar el trabajo de un maestro.

Lo entiendo, y me queda claro que muchas de estas actividades quizás tendrían que modificarse según el ambiente de la escuela. Pero creo que los principios básicos pueden adaptarse a muchas situaciones. El primer principio es crear una comunidad en el salón en que los estudiantes se sientan seguros de explorar sus propios pensamientos y sentimientos, tanto al escribir en sus diarios como durante las discusiones en clase. También es muy útil establecer una base para la comprensión del sexismo y la homofobia al principio del año. Esto podría consistir en hacer una crítica de la cultura popular en cuanto a sus opiniones sobre las mujeres y los gays, enfocándose en la historia o literatura femenista, hablando de los cambios recientes en las leyes e ideas sobre el matrimonio gay, etc. La primera vez que yo hable del sexismo no debería ser durante una discusión sobre lo que constituye el consentimiento, o que la primera mención que yo haga de las personas lesbianas sea cuando expliquemos el uso de barreras dentales de latex. Así que, creo que las palabras claves para desarrollar una unidad de estudio son: incluir mucha información, varias perspectivas, y la voz de la juventud; cuidarse de no juzgar; y abordar la sexualidad como parte de la alegría de la vida.

Finalmente, este es un campo bastante nuevo que se está desarrollando rápidamente. La forma en que enseño la educación sexual, especialmente en cuanto a la inclusión de la gente transgénero y no suponer un binario de género, ha cambiado mucho en la última década. Trato de mantener mis oídos, mi corazón, y mi mente abierta. 

Jody Sokolower es la directora editorial de Rethinking Schools. Le agradece a Anne Peacock, quien la introdujo a varias de las actividades incluidas en este artículo, y quien fue parte del primer equipo de maestros que enseñó los estudios de identidad y etnias en la Secundaria Berkeley.

Nicholas Yurchenco (nyurchenco@gmail.com) es un escritor, traductor, y músico independiente basado en Portland, Oregón.