Nos empezamos a conocer unos a otros

By Maiya Jackson

Translator: Luis Castro

Illustrator: Alaura Seidl

Alaura Seidl

Me enteré de Laura cuando solicitó inscribirse en el octavo grado de la escuela Manhattan Country School, donde soy la directora. A Laura la presionaban para que se saliera de su escuela actual porque se estaba inscribiendo alguien de su escuela anterior. En su escuela actual todo el mundo conocía a Laura como niña, pero en la anterior la conocían como niño, el sexo masculino que se le fue asignado cuando nació. Como la escuela no estaba preparada para enfrentar las preguntas que se generarían por el secreto de Laura, le habían pedido que se saliera. Cuando nuestro director de admisiones me habló de la situación, me sentí horrorizada.

Manhattan Country School (MCS) es una escuela progresiva de preescolar a octavo grado, ubicada en la ciudad de Nueva York, cuya misión es la justicia social. No existe una mayoría racial en nuestro cuerpo estudiantil y tenemos un sistema de colegiatura variable que apoya la diversidad socioeconómica.

Nuestro equipo de admisiones quería confiar en que nuestra escuela sería un lugar seguro y acogedor para Laura; pero no estábamos seguros si el personal o la comunidad escolar estarían abiertos a hablar sobre la identidad transgénero. En nuestro equipo de maestros habíamos hablado de la equidad de géneros, pero desde el punto de vista de cómo enseñar este concepto a niños y niñas.

Pasamos mucho tiempo pensando en cómo podrían reaccionar los estudiantes y qué preguntas tendrían. También pensamos en nuestra excursión a la granja, donde los estudiantes pasan tres semanas cada año escolar. ¿Se sentirían cómodas las familias al tener estudiantes transgénero pernoctando en el viaje? ¿Dormiría Laura en la habitación de las niñas o los niños?

Queríamos que MCS fuera un lugar en el cual Laura podría ser sí misma durante el año escolar antes de pasar a la escuela secundaria. A pesar de que teníamos dudas sobre el camino por delante, nos comprometimos a darle la bienvenida y apoyarla en nuestra comunidad.

Bienvenida Laura

Cálida y tranquila, Laura era una estudiante de octavo grado impresionantemente directa y consciente de sí misma. Le encantaba el softbol, era una buena amiga y estudiante de matemáticas, se sentía insegura acerca de sus habilidades de estudio, y estaba encantada de poder asistir a una nueva escuela. Había escuchado un poco sobre MCS gracias a Cometfire, un grupo para estudiantes de secundaria LGBTQ y sus aliados. Sophia, una alumna de octavo grado de MCS que se había identificado como lesbiana desde el quinto grado, asistía regularmente a Cometfire, a menudo llevando a otros estudiantes de MCS como apoyo.

Laura sintió alivio por estar finalmente en un lugar donde podía ser honesta acerca de su identidad. Ella habló de estar dispuesta por primera vez a ser una estudiante transgénero, y sabía que no iba a ser fácil.

El equipo de admisiones se reunió con el psicólogo de la escuela para hablar sobre el ajuste de Laura y la forma en que podríamos apoyarla a ella y a la comunidad de MCS mientras aprendíamos sobre la identidad transgénero. Laura estaba empezando en una clase con tres familias homosexuales; Sophia ya había abierto el camino para hablar del género y la sexualidad. En sexto grado, la clase había enfocado su proyecto de activismo por la igualdad en el matrimonio y presionado a la oficina del senador estatal; su proyecto de séptimo grado era liderar una campaña para detener el acoso de los estudiantes LGBTQ. Sabíamos que esta clase estaba lista para darle la bienvenida a Laura.

Pero también sabíamos que habría desafíos: preguntas incómodas, y ocasionalmente bromas inevitables. Cuando hablé con Laura antes de empezar la escuela, me aseguré de expresarle que sus maestros la apoyarían sin falla; en cualquier ocasión que los estudiantes fueran groseros, crueles, u ofensivos, Laura debería hablar conmigo de inmediato.

Tomando nuestra iniciativa de SJ

Mientras nos preparábamos para comenzar el año escolar, recibí un correo electrónico de Janet, la madre de Sophia. Me escribió que su hija había ido a un campamento durante el verano para niños con una identidad de género distinta del sexo biológico de nacimiento. “En el campamento Sophia hizo la transición de ser llamada por sus iniciales, SJ, y empezó a vivir en un espectro masculino (palabras del campamento). Esta experiencia fue muy significativa e importante para SJ y a él le gustaría continuar con esa identidad transicional este año escolar”.

SJ había expresado dudas sobre su identidad de género anteriormente. En el primer grado había pedido que lo llamaran Patrick. Su maestro y compañeros de clase cumplieron su deseo. Esta situación era diferente. SJ estaba entrando a octavo grado y sabíamos que habrían muchas preguntas.

Laura iba a llegar a nuestra escuela con su transición ya hecha. SJ era alguien conocido y todos tendríamos que acostumbrarnos a su nueva identidad. Janet sugirió lo siguiente: “SJ sabe que se necesita tiempo para que las personas se adapten y olviden, especialmente quienes han conocido a Sophia durante mucho tiempo. De hecho, SJ eligió esas iniciales para su identidad de transición para que las personas no tengan que adaptarse a un nombre más masculino y completamente diferente”. Siguiendo el ejemplo de SJ, nos preparamos para el año escolar.

Los maestros de séptimo y octavo grado pasaron mucho tiempo hablando sobre los baños. Todos los baños en la escuela eran unisex, excepto los de séptimo y octavo grado. Los dos baños de su piso tienen una pequeña habitación con un inodoro y lavamanos que se puede cerrar con seguro. Se crearon unos rótulos en la clase de madera que indicaba quienes podían usar los baños, niños o niñas. Queríamos eliminar los rótulos para que los estudiantes no tuvieran que tomar esa decisión todos los días, pero eso significaba que ellos tendrían que cerrar la puerta con llave para proteger su privacidad. Nos sentimos incómodos al pensar que los estudiantes de secundaria cerraran las puertas con seguridad. Finalmente decidimos crear rótulos laminados que dijeran “Ocupado” que los estudiantes pudieran colgar en la puerta. No funcionó; los rótulos se olvidaban con frecuencia y a menudo desaparecían o tenían que ser reparados. (Este año tenemos grandes carteles que dicen “Por favor, tocar antes de entrar”, pero los estudiantes todavía tienen problemas manteniendo su privacidad.)

Hablando con el personal de la escuela

En preparación para las reuniones de apertura del año escolar con los maestros me reuní con el director y el psicólogo de la escuela para expresar sobre cómo íbamos a hablar sobre la diversidad e identidad transgénero. El psicólogo habló sobre cómo el tema podría ser difícil para muchos miembros del personal y de ser precavidos y no suponer que todos serían receptivos. El director de la primaria, cuya hija estaba en séptimo grado, compartió algunas de las conversaciones que los estudiantes ya estaban teniendo en Facebook; hasta el momento solo expresaban entusiasmo y curiosidad. El director de admisiones y yo hablamos sobre la familia de Laura y el proceso que habían vivido para llegar a apoyar su decisión, un camino lleno de dificultades.

Tuvimos otras conversaciones más informales. Pensamos una y otra vez en lo jóvenes que eran SJ y Laura; las decisiones que estaban tomando cambiarían sus vidas y las tomaban a una edad en la que nosotros mismos recordábamos apenas estar conscientes de quienes éramos. Después de escuchar los comentarios de todos y de leer los artículos que pude encontrar, desarrollé un taller en el que utilicé elementos de un modelo con el que nuestros maestros ya estaban familiarizados: Seeking Educational Equity and Diversity(Buscando igualdad y diversidad educativa).

La primera sesión de capacitación del personal sobre la identidad de género se abrió con un ejercicio de escritura. Les pedí que escribieran acerca de la primera vez que estuvieron conscientes de su género. Hablaron animadamente en equipos pequeños, pero pocos quisieron compartir en público con el resto del grupo.

El resto de la sesión fue más informativa. Les leí el correo electrónico acerca de la transición de SJ y les conté la historia del por qué Laura quiso registrarse en MCS. Muchos se preguntaron acerca de los baños, cuándo compartirían esta información con los demás estudiantes, y cómo íbamos a contarle a las familias. Algunas personas expresaron ansiedad sobre las reacciones de los estudiantes. Los profesores contaron historias sobre estudiantes que habían conocido con una identidad de género diferente, incluyendo un niño de preescolar que asistió a la escuela con un vestido de terciopelo rojo. El psicólogo de la escuela me había entrenado a aceptar las diferentes reacciones de los maestros y los estudiantes, y reconocer que la gente necesitaría tiempo para procesar la información y hacer preguntas.

Sentí alivio al terminar la reunión. Nadie se opuso a la idea de recibir a los estudiantes transgénero en nuestra escuela, aunque quedaron preguntas pendientes. Recolecté los artículos que había leído en una carpeta de lecturas para los maestros.

El equipo de séptimo y octavo grado se preparó para apoyar a SJ y Laura. Decidimos que los maestros de quinto y sexto grado también les contarían la noticia a sus estudiantes y esperaríamos para ver si los niños de primaria tendrían preguntas.

Hacerse conocer entre los compañeros

El primer día de clases, cuando todos los estudiantes de séptimo y octavo grado estaban sentados en un círculo, ofrecí mi discurso de apertura para el año escolar. Hablé de la importancia de la comunidad. Entonces presenté a SJ: “Tenemos un miembro de nuestra comunidad que me ha pedido que comparta algo sobre él. Durante el verano, Sophia tomó la decisión de vivir como niño. Le gustaría que lo llamáramos SJ y prefiere que usemos pronombres masculinos cuando nos dirigimos a él. Estoy segura de que algunos de ustedes tienen preguntas y eso está bien. Vamos a hablar de esto más en nuestro periodo de consejería el viernes”.

El salón estuvo en silencio por un momento. Algunos estudiantes ya sabían lo que había sucedido y asintieron con sus cabezas. Otros parecían un poco confundidos y algunos se veían aburridos.

Pasamos a una actividad para conocernos mejor en la que los estudiantes decían su nombre y realizaban una acción que después tenía que repetir el siguiente, acumulando las acciones de los alumnos anteriores. Cuando llegó el turno de SJ, hizo todos los otros movimientos que vinieron antes de él y luego tomó un paso agigantado y enérgico con la mano en un puño y dijo: “¡Sophia! Quiero decir. . . ¡SJ!”. Todos nos reímos y nos sentimos un poco más a gusto. Si el propio SJ apenas se estaba acostumbrando a su nuevo nombre, estaba bien que los demás de vez en cuando cometiéramos errores.

Unos días después, Laura contó su historia a su grupo de consejería y el resto de nosotros la compartimos con nuestros grupos. Explicamos lo que significaba ser transgénero y que Laura, como SJ, se identificaba de esa manera. Mi grupo tardó un tiempo en entender lo que estaba diciendo ya que no había nada de Laura que los habría hecho cuestionar su género. Al principio los estudiantes tenían preguntas acerca de la excursión a la granja: ¿cómo funcionaría? Hablamos de las reglas de privacidad que ya teníamos en la escuela.

Los estudiantes tuvieron un montón de preguntas sobre el proceso de cambiar de género: ¿Cómo escogían sus nuevos nombres? ¿Iban a tener una cirugía? ¿Estaban tomando medicamentos? ¿Qué pasaría si cambiaban de opinión? Y, ¿qué de los chicos que pensaban que Laura era bonita?

Algunos estudiantes estaban confundidos o querían saber más sobre Laura, incluyendo su nombre cuando era niño. Les explicamos que el respeto a Laura significaba aceptar su nueva identidad, que para nosotros solo sería Laura. La mayoría de los estudiantes aceptaron la noticia con una actitud bastante práctica y la conversación prosiguió a otros temas de la escuela.

Al ver a Laura más tarde, una maestra le preguntó cómo le fue en su grupo. “¡Increíble!”, exclamó Laura con una enorme sonrisa y un high five.

Los maestros comparten reacciones, historias, preguntas

La segunda capacitación para maestros empezó con nuestras reacciones, historias, y preguntas. Hablamos de los artículos que leímos y vimos una película sobre los padres que criaban niños transgénero. Compartí un poco acerca de cómo iban las cosas para SJ y Laura, y luego abrí la discusión.

Algunos hicieron preguntas acerca de los medicamentos y lo que significaba hacer una transición a una edad tan joven. Otro maestro compartió una historia acerca de un ex alumno que hizo la transición como adulto y se preguntó si quizás él había estado consciente de su identidad durante su tiempo en MCS. También hablamos de la importancia de integrar la identidad en el currículo como una manera de apoyar a los niños.

Las personas que compartieron sus ideas les parecía bien la forma en que nuestra escuela había abordado este tema. Pero no todo el mundo quería compartir y me fui con la sensación de que la gente todavía tenía preguntas. Leí una serie de respuestas en sus reflexiones escritas:

Admiro a Laura y SJ por su valentía al ser tan abiertos y honestos y compartir sus experiencias como jóvenes transgénero con la comunidad. SJ es increíblemente paciente y abierto con sus amigos. Siento que es un honor que sean parte de MCS y de que hayan abierto la discusión sobre este tema.

Tengo preguntas sobre los adolescentes que toman medicamentos para cambiar sus cuerpos. Es un momento volátil para los niños, cuando están probando muchas identidades. ¿Cómo pueden sus padres dejarlos tomar una decisión que no se puede deshacer? Está bien que ellos vivan como un niño o una niña, pero ¿qué tal si esto es solo una fase?

Mis mayores preguntas son acerca del mundo de los niños, lo que ocurre sin que los adultos nos enteremos. ¿Cómo entienden (los estudiantes) las expresiones de identidad de género de Laura y SJ al momento de enamorarse y cortejarse y al desarrollar su identidad sexual? ¿Puede que otros estudiantes que están tratando de entender sus propias identidades sexuales se sientan excluidos de esta conversación?

Este ha sido un buen recordatorio para mí, como educador y padre, de lo mucho que tenemos que aprender, como adultos, de los niños y lo resistentes y abiertos y maduros que ellos pueden ser.

Las discusiones en curso con los estudiantes

Aunque los estudiantes parecían receptivos al principio, con el tiempo surgieron otras reacciones. Era evidente que necesitarían capacitaciones también.

Un par de estudiantes que tenían fuertes creencias cristianas expresaron serias dudas sobre cambiar el cuerpo que Dios nos había dado y no estaban seguros si la aceptación que les pedíamos contradecía sus creencias religiosas.

En otras ocasiones ser transgénero se convirtió en un blanco fácil de insultos cuando los niños estaban molestos. Cuando a un estudiante no le gustaba Laura o SJ, ¿era porque eran transgénero o porque les molestaba cuando uno de ellos hablaba con demasiada frecuencia en la clase?

Los maestros rara vez escuchaban enfrentamientos o insultos, pero en ocasiones los estudiantes compartían lo que se decía entre ellos. Algunos estudiantes sentían que Laura tenía una ventaja injusta al competir en deportes como chica. SJ fue presionado a jugar en el equipo de baloncesto de las chicas porque las jóvenes pensaban que lo necesitaban para ganar, a pesar de que nos dijo antes de empezar la escuela que quería jugar con los chicos. Y se hicieron bromas incómodas sobre enamorarse y salir en citas. Las chicas de octavo grado le preguntaron una y otra vez a una niña de séptimo grado por qué no estaba interesada en salir en una cita con SJ, quien estaba loco por ella. “Pero él es un chico ahora”, le seguían diciendo, lo que implicaba que ella era una mala amiga por optar no salir con él.

Tuvimos varias reuniones a lo largo del año y las comenzamos con preguntas escritas por los alumnos:

  • ¿Cómo sabes que eres transgénero?
  • ¿Qué sucede cuando una chica transgénero se excita?
  • ¿Le molesta a la gente transgénero cuando las personas que las conocían antes usaban pronombres de género equivocados?
  • ¿Se burlaban de Laura en su antigua escuela por ser transgénero?

Pasamos un montón de tiempo definiendo diferentes términos. El New Diagram of Sex and Gender (Nuevo esquema de sexo y género) fue un marco útil, pero parecía casi imposible conseguir que algunos estudiantes entendieran que el sexo biológico, la identidad de género, la expresión de género, y la orientación sexual pudiesen ser cosas diferentes. Leímos un reporte sobre ser transgénero del currículo desarrollado por la Red de Gays, Lesbianas y Heterosexuales (GLSEN, por sus siglas en inglés) y la Liga Anti-Difamación. Algunos estudiantes se salieron del salón durante estas sesiones porque se sentían incómodos, lo que era mejor que decir algo irrespetuoso; pero no dejaba de ser una protesta silenciosa.

Después de la primera sesión, separamos a los de séptimo y octavo grado, ya que los mayores habían analizado estos temas mucho más y serían capaces de tener discusiones más matizadas. Los alumnos de séptimo grado estaban atorados haciendo preguntas sobre el cuerpo, cirugías, medicamentos, y el significado de tomar una decisión sobre el género. Tratamos de responder a todas sus preguntas sin divulgar información específica acerca de las experiencias de Laura y SJ, con la esperanza de calmar su curiosidad. Por lo contrario, responder parecía empujarlos a hacer preguntas más ofensivas. Retrocedimos y nos centramos en la importancia del lenguaje y el respeto. En mi tiempo en la MCS, fue el único tema de diversidad en el que pedimos tolerancia en lugar de aceptación.

Una parte de mí sabía que ser parte de una comunidad diversa significaba respetar otros puntos de vista. Otra parte estaba segura de que podríamos convencer a los estudiantes de que ser transgénero estaba bien. Fui obstinada y dejé definiciones y gráficas colgadas en la pared para que los estudiantes supieran que este tema era importante y que queríamos seguir tratando de entenderlo. Aun así, tuvimos que encontrar maneras de darle espacio a todos nuestros estudiantes. También tuvimos que recordar que ellos estaban en la secundaria, un tiempo ya bastante difícil para pensar en la identidad sin cuestionar una categoría que ellos daban por supuesta. Nuestro grupo era demasiado joven para tratar estos temas. Necesitaba tiempo y tuvimos que ser pacientes.

El grupo con el que no tuvimos tantas discusiones fue el de los padres. Les comenté durante una reunión las primeras semanas de escuela que tendríamos dos estudiantes transgénero de octavo grado y que estaríamos hablando de la identidad de género a lo largo del año. Hubo un par de preguntas, pero no muchas. Tratamos de crear un foro para que los padres hablaran de las cuestiones de género, pero nunca lo logramos. Un padre me escribió cuando su hija empezó a forjar una amistad cercana con Laura. Él no tenía problema con que fueran amigas, pero quería saber más acerca de la identidad transgénero, y tenía dudas acerca de si deberían dormir en casa de una o de la otra. Conversamos y le envié algunos artículos. A veces, la falta de preguntas y problemas entre los padres nos hizo preguntarnos si era demasiado fácil. Era difícil saber si estábamos presionando a la comunidad a abordar los temas de género tanto como deberíamos.

La charla de Laura

Hacia el final del año, le pedí a Laura si quería una oportunidad para hablar con los estudiantes de séptimo y octavo sobre ser transgénero. Ella había expresado un deseo de hablar con el grupo antes de que empezara la escuela, pero lo consideramos complicado antes de haber hecho el trabajo de explorar la identidad de género con los estudiantes. Ya habíamos llegado a un entendimiento compartido, pero aún había puntos que incomodaban a los estudiantes. Los maestros y yo esperábamos que escuchar la historia de Laura fuera un paso útil. En lugar de compartir las historias de los demás, esto sería la historia de una amiga, lo que engendra un tipo diferente de empatía.

Laura lo hizo sin pensarlo dos veces. Ella vino a la escuela el próximo día con un discurso escrito de cuatro páginas. Cuando Laura lo leyó al grupo, fue obvio que lo hizo de corazón y que su valentía, fortaleza, y gracia eran tan intensas que era difícil imaginar que tenía solo 14 años de edad.

Muchas personas piensan que ser transgénero define a una persona, pero realmente no es así. Yo soy una chica. Nunca me consideré un niño. He luchado mucho para aceptarme como la mujer que soy hoy. . . Ahora siento que por fin he encontrado mi lugar. Entiendo que muchos de ustedes no se sienten cómodos con la idea de que una persona sea transgénero, pero en realidad no somos diferentes que cualquier niño o niña en su clase. Cuando la gente dice que técnicamente soy un chico no es cierto en absoluto. Soy una mujer de pies a cabeza.

Quiero que todos ustedes cierren los ojos e imaginen verse en el espejo, pero en lugar de ver su sexo biológico, piensen que ven el sexo opuesto. Si eres un chico, imagina que eres una chica. Si eres una chica, imagina que eres un chico. Ahora abran los ojos. A algunos quizás les gustó la imagen que vieron y a otros no. Si no les gustó lo que vieron, imaginen lo que sería vivir 11 años de su vida con esa imagen. ¿Preferirían ser infelices con su sexo biológico? O dirían: “Espera, ¡en realidad soy un chico o una chica!”

Entiendo que sentirse cómodo y aceptar a una persona transgénero no sucede de un día para otro o justo después de escuchar un discurso. Pero les pido que me traten a mí y a cualquier persona transgénero con respeto en vez de tratarnos de una manera diferente simplemente porque nacimos con un sexo distinto.

Cuando Laura terminó de hablar, todo el mundo aplaudió. Hubo preguntas, pero fueron amables, sensibles, y se trataban de las experiencias de Laura. Fue un momento de enorme orgullo, no solo para Laura y SJ, sino para toda la comunidad. Había sido un año de conversaciones difíciles y este proceso de explorar la identidad transgénero nos empujó fuera de nuestra zona de confort de una manera valiosa.

En los meses que siguieron, reflexionamos más sobre la intersección de la raza y la clase socioeconómica con el género. ¿Cómo había sido la experiencia de SJ, un estudiante de color, diferente a la de Laura, que era blanca? ¿Fue más difícil para SJ ser aceptado por los niños que para Laura ser acogida por las niñas? ¿Habíamos juzgado demasiado rápido a los estudiantes de color que habían tenido dificultad aceptando el concepto de identidad transgénero? Siendo yo una persona de color, me di cuenta de que quería proteger a los estudiantes de color del estereotipo de que los latinos y negros teníamos una tendencia a ser homofóbicos o transfóbicos, aun cuando yo quería que cambiaran sus puntos de vista. Todavía estamos tratando de entender los acontecimientos de ese año, y las conversaciones acerca de la identidad de género continúan.

Cuando empezamos a hablar de Laura y SJ y su identidad transgénero, tratamos el tema como una idea, un concepto para comprender. Cuando Laura leyó su discurso, SJ y ella ya eran personas llenas de complejidades que iban más allá de un solo aspecto de su identidad. Sus historias resaltan lo que sucede en una escuela cuando vivimos nuestras vidas juntos, para que nos empecemos a conocer unos a otros. 

Recursos

Maiya Jackson es la directora de la escuela superior Manhattan Country School. En el 2015, ella presidió la conferencia de la Progressive Education Network (Red de Educación Progresiva) titulada Acceso, igualdad y activismo: La enseñanza de lo posible. Los nombres de las personas incluidas en este artículo han sido cambiados.

Luis Castro fue maestro de inglés y español de tercer grado por cuatro años en el distrito escolar de Vancouver, Washington. Actualmente hace la práctica de director y es maestro de intervención de Imagine Learning en la Primaria Marshall.